Las perfecciones by Vincenzo Latronico

autor:Vincenzo Latronico [Vincenzo Latronico]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Editorial Anagrama
publicado: 2023-04-16T00:00:00+00:00

El futuro parecía borroso. No podían imaginárselo sustancialmente distinto de su vida cotidiana (tan tranquila y agradable), lo que le confería un algo abstracto y poco atractivo. Habían crecido con las imágenes latentes de las transformaciones sociales de los años sesenta y setenta; sus abuelos habían vivido la guerra, zarandeados por el maremoto de un siglo que ahora parecía acabado del todo y que había dado lugar a este presente de bonanza sin límites. Les habría gustado tener veinte años en el 68, o haberse manifestado en la caída del muro. Para las generaciones anteriores había sido mucho más fácil entender quién se era, de qué parte se estaba. Los problemas de entonces, si bien más acuciantes, parecían también más fáciles de resolver de forma clara. Hoy las opciones eran demasiadas y cada una de ellas se extendía en una selva de bifurcaciones que acababa excluyendo cualquier posibilidad de cambio drástico. El futuro más revolucionario que eran capaces de concebir era la paridad de género en los consejos de administración, los coches eléctricos, el vegetarianismo. Anna y Tom envidiaban no solo a quienes habían podido luchar por un mundo radicalmente distinto, sino incluso a quienes habían sido capaces de imaginarlo.

Esa nostalgia era un tanto hipócrita. La crisis migratoria llevaba ya años pululando por el horizonte de los titulares de los periódicos, aunque durante mucho tiempo la hubieran reducido a un problema local de los países mediterráneos, no ya suyo. Estando en Berlín no les concernía, o solo del modo abstracto en que les concernían las injusticias lejanas.

Y, sin embargo, en el verano de 2015, la prensa internacional se hacía eco casi a diario de los naufragios y de las condiciones inhumanas de los campos de refugiados en las costas norteafricanas. Las infografías aportaban cifras de cuatro o cinco ceros y rutas trazadas en rojo entre Mauritania y Argelia, Sudán y Libia, y pictogramas en forma de círculo sobre Siria y Afganistán. Las imágenes mostraban lanchas neumáticas en el mar en plena tempestad, atestadas de decenas o de cientos de personas que podían llevar chalecos salvavidas destrozados y con las correas ondeando al viento o no llevarlos siquiera. Los centros de acogida para quienes sobrevivían al viaje eran tiendas de campaña o aparcamientos con contenedores prefabricados, devastados por el sol y cercados con concertinas.

Anna y Tom sabían que las políticas de devolución eran inhumanas, comparables a las atrocidades que se producían a diario en la frontera entre México y Texas. Reprobaban tanto unas como otras, y se sentían obligados a ser conscientes de sus propios privilegios, así como a compartir las frases de condena que aparecían en sus timelines. Todos los amigos con los que hablaban del tema eran de su misma opinión. Habían añadido a su lista de donaciones mensuales a una asociación de ayuda en alta mar, y habían firmado algunas peticiones para que Europa hiciera más de lo que hacía. Pero, a diferencia de las luchas del pasado, ni siquiera en esa batalla lograban hallar la claridad a la que aspiraban.

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